A través de la pintura, los grabados y el diseño teatral, Cienfuegos reflexiona profundamente sobre el arte, la vida y la tristeza.
Solitarios, taciturnos y melancólicos. Así son los personajes de Gonzalo Cienfuegos, quien a los 11 años –inspirado en un libro de Vincent Van Gogh– tomó el pincel y no paró más.
Sus obras retratan figuras humanas de forma caricaturesca en atmósferas temporalmente dispares, evocando estilos de pinturas clásicas que reinterpretan en sus composiciones aspectos absurdos y trágicos de la sociedad que a ratos se quieren disimular.
A pesar de lo constante de la temática, su trabajo goza de un carácter dinámico e inquisitivo, trazándose bajo la pintura, palpándose en sus grabados y personificándose en la escenografía y el vestuario teatral, revelando al arte como una existencia paralela a la realidad que sólo subsiste a través de sí misma.
Yo simplemente doy curso a mí sensibilidad e intuición en la construcción de un ideario imaginario que se nutre de la información cultural y existencia de mi ser.